La arquitectura es tan vasta como la imaginación y las necesidades humanas. Sin embargo, pareciera que la sociedad necesita encasillarnos en una «sección vertical» inamovible, un rótulo que defina exactamente qué hacemos y hasta dónde podemos llegar. ¿Eres arquitecto? Entonces, ¿haces diseño urbano, interiorismo, obra civil, construcción sustentable, restauración? Como si fuera obligatorio elegir una sola casilla y quedarse ahí, como si la arquitectura misma no fuera la intersección de múltiples disciplinas, visiones y tiempos.
El absurdo de la especialización extrema
No me malinterpreten, la especialización tiene su lugar. Hay quienes dedican toda su vida a un nicho y lo perfeccionan hasta convertirlo en arte, o en una abominación… Pero imponerle a un arquitecto una línea única de trabajo es como pedirle a un chef que solo cocine postres o a un músico que solo toque una nota. En mi caso, en ARQ-IAM, disfruto la inmediatez de la obra, el momento en que el diseño deja de ser teoría y se convierte en algo tangible. Sí, personalmente me alejo algo del urbanismo que proyecta para dentro de 30 años pero eso no significa que no entienda o valore su impacto. Simplemente, mi enfoque está en el presente, en la acción directa.
La arquitectura es libre o no es nada
La arquitectura no es una ciencia exacta con fórmulas inamovibles ni una industria de producción en serie donde cada proyecto es una repetición del anterior. Es un oficio que se reinventa con cada nuevo reto, un arte que equilibra estética, funcionalidad y emoción, y, sobre todo, una disciplina que responde de manera constante a problemas cambiantes. Cada espacio que diseñamos no solo resuelve una necesidad técnica, sino que también moldea experiencias, influye en la manera en que las personas interactúan con su entorno y deja una huella en la vida cotidiana.
Reducir la arquitectura a una única etiqueta es limitar su verdadero alcance. Un arquitecto no es solo un diseñador de edificios; es un creador de espacios, un solucionador de problemas, un estratega de la forma y la función. Puede proyectar una ciudad entera o algo tan aparentemente simple como una silla, y en ambos casos, su trabajo tiene un impacto significativo. Puede diseñar un rascacielos que transforme el skyline de una metrópoli o reformar un pequeño local comercial en un mes, aportando valor tanto en escalas monumentales como en detalles cotidianos.
La esencia de la arquitectura radica en su capacidad de adaptación y evolución. Lo que hacemos está ligado a las necesidades del momento, al contexto en el que operamos y a nuestra propia trayectoria profesional. No trabajamos en el vacío; cada proyecto es una respuesta única a un entorno específico, a una sociedad en constante transformación y a una visión del futuro que, como arquitectos, ayudamos a construir.
Creando sin barreras
En ARQ-IAM no nos definimos por un solo campo, porque eso es limitar el potencial creativo. Nos mueve la acción, el diseño inmediato, la capacidad de respuesta, la transformación del espacio en tiempo real. Si una obra requiere ejecución rápida, estamos ahí. Si un proyecto demanda exploración conceptual, lo abordamos. Porque la arquitectura es eso: adaptación, experimentación y, sobre todo, libertad.
Así que la próxima vez que alguien pregunte «¿En qué te especializas?», la respuesta es simple: en hacer arquitectura, sin etiquetas, sin barreras. Porque si la arquitectura es rígida, deja de ser arquitectura.
Si bien tengo especial cariño por edificios corporativos emblemáticos y vivienda, considero que todos ellos tienen un alto grado de libertad de diseño y personalización, pero eso es a nivel personal. Nuestra empresa, en cambio, tiene un enfoque con un trasfondo social: buscamos influir, cambiar y aportar nuevas visiones dentro de un panorama cada vez más pesimista y carente de valores. No se trata solo de construir, sino de generar impacto y transformar la manera en que las personas experimentan su entorno y calidad de vida.