Problemáticas urbanas desde la arquitectura y el urbanismo
Asunción está cambiando. A un ritmo veloz, desordenado y muchas veces desconectado de su historia, su gente y sus necesidades reales. Esta sección busca reflexionar sobre esos procesos urbanos que afectan nuestra calidad de vida, a través de una mirada crítica desde la arquitectura y el urbanismo. Analizamos cómo la ciudad crece, se densifica, pierde espacios comunes, y a la vez, olvida partes esenciales de su identidad. Todo esto ilustrado a través de casos concretos de barrios y zonas icónicas.
1. Densificación descontrolada: crecimiento sin planificación
Asunción está viviendo una fiebre de construcción, visible especialmente en barrios como Villa Morra, Recoleta o Las Mercedes. Lo que alguna vez fueron calles tranquilas con casas unifamiliares y árboles generosos, hoy se ven eclipsadas por torres de departamentos que surgen sin mayor coordinación con el entorno.
En Villa Morra, por ejemplo, la presencia de múltiples torres ha multiplicado la densidad poblacional en pocas manzanas. Sin embargo, este crecimiento no ha venido acompañado de mejoras en el sistema vial, ni ampliación de aceras, ni infraestructura verde. Las calles permanecen estrechas, sin arbolado urbano adecuado, con problemas de drenaje y una circulación vehicular cada vez más caótica.
La pregunta clave es: ¿Quién diseña la ciudad? ¿Está la densificación pensada en función del bien común o responde únicamente al mercado? En ausencia de un plan urbano integral, Asunción crece hacia arriba pero no hacia una ciudad más habitable. Las consecuencias ya se sienten: sombras permanentes sobre casas históricas, falta de privacidad, mayor presión sobre servicios básicos y una sensación creciente de alienación urbana.
2. Pérdida de identidad: la amenaza sobre el patrimonio barrial
El Centro Histórico de Asunción es testigo de una lenta desaparición. Cada mes se derriban casas antiguas, muchas sin ser siquiera catalogadas, para dar paso a estacionamientos, galpones o proyectos inmobiliarios sin vínculo con la escala o el carácter del barrio.
Caminar por calles como 14 de Mayo o Eligio Ayala es hoy una experiencia llena de vacíos: puertas tapiadas, muros caídos, carteles de “se vende” colgados sobre estructuras con valor arquitectónico incalculable. Lo que antes era un centro vivo, cargado de historia, se convierte en un espacio fragmentado donde cada lote parece desconectado del otro.
La pérdida no es solo estética. Es cultural, social y simbólica. Cada casa que desaparece borra una parte de la memoria colectiva de la ciudad. ¿Qué políticas públicas están en marcha para frenar esta situación? ¿Qué incentivos se ofrecen a los propietarios para restaurar en lugar de demoler? En muchos casos, la respuesta es ninguna. La falta de una política patrimonial activa deja a la ciudad a merced de intereses especulativos.
3. Espacios públicos que no terminan de serlo
Asunción necesita respirar y sus espacios públicos deberían ofrecer esa posibilidad. Sin embargo, muchos de ellos están mal conectados, subutilizados o directamente abandonados.
Un caso emblemático es la Costanera. Pese a haber sido concebida como un gran proyecto urbano para abrir la ciudad al río, en la práctica sigue siendo un lugar aislado. La falta de transporte público eficiente que llegue hasta allí, la escasa sombra para caminar en días de calor extremo y la ausencia de vida barrial alrededor hacen que su uso esté limitado a ciertos horarios y grupos.
La Costanera es solo un ejemplo. Otras plazas barriales enfrentan problemas similares: falta de mantenimiento, inseguridad y una desconexión con las dinámicas reales de los barrios. Cuando el espacio público no se diseña pensando en el peatón, en la niñez, en las personas mayores, en la vida cotidiana, se vuelve un decorado más que un verdadero punto de encuentro.
4. Movilidad urbana: ¿Ciudad para autos o para personas?
Asunción es, todavía hoy, una ciudad pensada para el automóvil. Esa lógica se ve en el diseño de sus calles, en la falta de veredas adecuadas, en la casi inexistente infraestructura para bicicletas y en un transporte público caótico, desorganizado y profundamente excluyente.
Durante los últimos años se ha hablado de “movilidad sostenible”, pero en la práctica, los avances han sido mínimos. Las ciclovías, por ejemplo, existen solo en tramos sueltos y mal conectados. Un ciclista urbano tiene que convivir con colectivos y camiones en calles donde no hay demarcación ni respeto por el espacio compartido. Ir en bicicleta no debería ser un acto de valentía o militancia: debería ser una opción segura, cómoda y accesible para todos.
También está el eterno proyecto del tranvía metropolitano, que desde hace décadas aparece y desaparece del discurso político sin concretarse. Mientras tanto, los ciudadanos dependen de un sistema de buses antiguo, con unidades en mal estado, sin horarios claros, y con paradas poco señalizadas o directamente inexistentes.
El resultado es una ciudad desigual: quienes tienen auto viven otra Asunción. Los demás deben enfrentar largas esperas, caminatas forzadas por veredas rotas o inexistentes, y una exposición constante a riesgos viales. ¿Cómo construir una ciudad más caminable, más conectada y centrada en las personas?
5. Fragmentación territorial: la ciudad partida
Asunción no es una sola ciudad, es muchas al mismo tiempo. Y no hablamos aquí de diversidad cultural, sino de desigualdad espacial. El contraste entre barrios como Las Lomas o Carmelitas y zonas como Bañado Sur, Zeballos Cué o Tacumbú, revela una ciudad partida entre privilegio y precariedad.
Mientras unos barrios se densifican con edificios de alto estándar, otros siguen esperando servicios básicos como alcantarillado, calles pavimentadas o recolección regular de basura. Esta fragmentación no es casual, responde a una urbanización histórica sin planificación, donde el mercado decide dónde invertir y el Estado suele llegar tarde o no llegar.
Uno de los ejemplos más dramáticos es el de los bañados. Decenas de miles de personas viven en zonas inundables, sin seguridad jurídica sobre sus tierras, y con proyectos de relocalización (como el del barrio San Francisco) que, si bien bienintencionados, muchas veces carecen de participación real de las comunidades. ¿Cómo lograr una ciudad más integrada, con oportunidades y servicios para todos?
6. Vacíos urbanos y el sinsentido del abandono
En pleno centro de Asunción hay cientos de terrenos baldíos, edificios vacíos o casas en ruinas. Son espacios que, por especulación inmobiliaria, problemas legales o falta de incentivos, permanecen cerrados y sin uso durante años, incluso décadas.
Estos vacíos urbanos no solo deterioran el paisaje, sino que afectan la seguridad, el comercio y la vitalidad barrial. Mientras tanto, la ciudad crece hacia la periferia, en procesos de expansión que consumen suelo, demandan más infraestructura y profundizan la dependencia del auto.
Una política urbana más inteligente buscaría recuperar esos espacios para usos mixtos, viviendas sociales, espacios culturales o parques de bolsillo. ¿Por qué no transformar un edificio abandonado en vivienda colectiva, un estacionamiento en una plaza con mercado comunitario?
El derecho a la ciudad pasa por reimaginar lo que ya existe, no solo construir lo nuevo.
7. Megaobras vs. intervenciones barriales: el desequilibrio de las prioridades
Cuando se habla de desarrollo urbano en Asunción, las propuestas suelen venir en forma de grandes anuncios: viaductos, costaneras, túneles, megaproyectos. Sin embargo, muchas veces esas obras, costosas y de largo plazo, no resuelven los problemas cotidianos de los barrios.
Un viaducto puede facilitar el tránsito vehicular, pero no mejora la experiencia de caminar hasta la escuela, o de esperar un bus seguro en la esquina. En cambio, intervenciones de pequeña escala veredas continuas, señalización peatonal, arbolado, luminarias, bancos, espacios para estar, tienen un impacto directo e inmediato en la calidad de vida urbana.
El barrio Trinidad, por ejemplo, con fuerte presencia residencial y actividad comercial, podría beneficiarse enormemente de un rediseño de sus veredas, cruces seguros y espacios de sombra. Pero eso no genera titulares ni inauguraciones fastuosas.
¿Qué pasaría si el presupuesto público priorizara intervenciones barriales participativas por sobre megaproyectos? ¿Si la arquitectura se pusiera al servicio de la vida cotidiana y no del espectáculo?
8. Crisis ambiental urbana: entre el calor y el cemento
Asunción se está convirtiendo en una olla a presión. Las temperaturas suben, la impermeabilización del suelo aumenta, los árboles desaparecen y el cemento lo cubre cada vez mas. El resultado es una ciudad más hostil, especialmente para quienes la habitan a pie o en bicicleta.
Los arroyos urbanos, como el Mburicaó o el Ferreira, están canalizados, entubados o convertidos en basurales. Zonas que podrían ser corredores verdes, espacios de encuentro y biodiversidad, se transforman en problemas sanitarios.
Al mismo tiempo, la deforestación urbana avanza. Barrios enteros como Mburucuyá, Sajonia o San Vicente han perdido grandes áreas verdes en favor del loteamiento y la construcción. Y los nuevos desarrollos rara vez respetan árboles existentes ni proponen soluciones bioclimáticas. El resultado es más calor, más consumo de energía, menos resiliencia climática.
Asunción necesita pensar su futuro en clave ecológica: más árboles, más sombra, más suelo permeable, más agua visible. No se trata solo de sostenibilidad, sino de justicia climática y derecho a una ciudad vivible.